Padres y Madres Separados

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¿Violencia de género o violencia de Estado?

Hacía largo tiempo que no veía a Germán. Me lo encontré, acompañando del brazo a su esposa, mientras transitaba por mi pueblo a la hora del aperitivo; y la alegría de celebrar el tropiezo nos condujo hasta la tasca más cercana, pues mal reencuentro resulta en nuestras Españas aquél que no se remoja adecuadamente con unas espumosas cañas.

Nos conocemos desde la infancia y, en nuestra juventud, resultaban notorias las tertulias estivales nocturnas que manteníamos junto con otros amigos en los bancos de la plaza; con disquisiciones de cómo arreglar un mundo, ese que no parece tener solución. Un mundo, en el que los problemas humanos de antaño, que entonces conmovían nuestra sensibilidad, dan la sensación de verse incluso empequeñecidos por lo nuevos del presente, sin saber a ciencia cierta si humanamente progresamos a insignificante paso de tortuga o, aún peor, realmente nos desplazamos hacia atrás como el cangrejo.

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Mientras Germán permanecía removiéndose inquieto en el taburete sobre el que se apoyaba, sentado en él a media pierna e intentando digerir tan contradictorios sentimientos, por un lado de credibilidad hacía sus amigos de toda la vida, y, por el otro, de incredulidad ante hechos tan disparatados como a su sensibilidad se le ofrecían los relatos que estaba oyendo, se me ocurrió preguntarle a Pepe:

-¿Y tú qué crees que subyace en el fondo de toda esta manipulación social?. Realmente esto no tiene sentido. Si nuestros abuelos y abuelas levantasen la cabeza se morirían del espanto. ¿No crees?.

Desde luego -me contestó-. Yo no acierto a comprender tampoco a ciencia cierta lo que se esconde tras tanta crueldad injustificada por parte de las instituciones estatales. Hay quienes dicen que las motivaciones más profundas e iniciales parten de intereses oligárquicos en un afán de control mundial de la población; para reducir la natalidad y favorecer la manipulación de masas. Así, con medidas como las que nos está tocando padecer, se está destruyendo la familia. Se está creando una guerra de sexos que debilita a hombre y mujer (los sufridos litigantes de esa guerra artificial e impuesta), en beneficio de los manipuladores.

Los hijos, al tener que trabajar ambos progenitores y el resto del tiempo pasarlo entretenidos en su privada pelea de divorcio, cada vez pasan más tiempo en la escuela a merced de la educación que imponen las directrices políticas, del que buena muestra de ello lo constituye la novedosa asignatura de “educación para la ciudadanía”, en lugar de amparados por el cuidado amoroso y protector de sus padres.

- El control de población, en su doble vertiente de natalidad y manipulación, no es un planteamiento baladí -continuó diciendo Pepe-; puesto que si analizamos desde tal prisma todas los objetivos que preconiza la ideología de género y que se están implantando paulatinamente, como son, además de los expuestos, el aborto, la eutanasia o el fomento de la homosexualidad y sus derechos, todo ello favorece la reducción de población y un mayor control de la misma, a base de: distorsionar la realidad, destruir de los valores éticos de nuestros ancestros y confundir a los ciudadanos hasta conseguir que el pensamiento único e inequívoco de la sociedad entera, sea el dictado por el Boletín Oficial del Estado en conformidad con directrices políticas del momento.

Incluso, hasta las atrocidades del terrorismo parecen estar sirviendo de base para imponer un mayor control por medio de cámaras y artilugios técnicos de identificación personal, que parecen favorecer más a los intereses del vigilante que a la protección de los vigilados. Están inexplicablemente dando importancia tan solo a unas determinadas formas de violencia, con preferencia a otras muchas que también existen y que no son menos dañinas en número de víctimas; como son: la ejercida contra niños, ancianos o incluso la de la mujer contra el hombre, de la que estudios serios dicen que es tan cuantiosa, en porcentaje, como la ejercida en sentido contrario.

A través de fomentar entre las gentes de bien los temores que en cada momento más interesa, se consigue desarrollar odios y movimientos sociales a conveniencia del manipulador de turno; no es un invento nuevo, ya lo plasmó así George Orwell en su novela 1.984.

Concluí para mis adentros que, aunque con tintes de paranoia, las palabras de mi amigo daban qué pensar. Analizando la realidad presente, la lucha por los nuevos derechos de la mujer hace tiempo que se acabó. La mujer, hoy día, tiene las mismas opciones que el hombre, o incluso más, gracias a las imposiciones de la mal denominada “discriminación positiva”, cuando en realidad debería llamarse “discriminación masculina”.

Indagando en la ideología de género, que le niega a la madre hasta el concepto mismo de ejercicio de la maternidad, se concluye que nada tiene que ver con la defensa de la mujer ni con el feminismo de equidad, aunque lo disimulen denominándolo eufemísticamente como “feminismo radical de género”.

Sus verdaderas pretensiones son más bien el imponer en la sociedad una sexualidad polimorfa perversa natural -como sus ideólogos pregonan- sin tener definidos claramente sus últimos fines y alcances, puesto que cada día se inventan unos nuevos; y aún menos los intereses ocultos de quienes manejan los hilos escondidos en la sombra. Una verdadera guerra cultural; en suma. Toda una revolución social, con unos planteamientos simplistas y sirviéndose de una manipulación mediática, cuya trascendencia conceptual es difícil de abarcar; y, aún menos, sus perspectivas y consecuencias.

Después de éste debate, ese día me dormí formulándome la pregunta que le da título: ¿resulta más correcto denominar a semejante panorama, violencia de género; o, más apropiadamente, violencia de Estado…?. He aquí el gran dilema de mi primer cuento de ficción.

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