Padres y Madres Separados

Ayuda práctica, jurídica y psicológica padres, madres, separados, divorciados e hijos

UN PASEO POR LA MEMORIA

Un artículo de Eluterio Sánchez (EL LUTE)

?Enhorabuena, Eleuterio. Recoja sus cosas; se va en conducción a una cárcel de régimen abierto. La mejor de todas: Alcalá de Henares?. Era el Jefe de Servicios del Penal de Córdoba, el que me llamó a su despacho para darme la noticia. Me quedé anonadado.

Publicado el

Acosado por la prensa

Consideración aparte merecen los medios de comunicación: Prensa, Radio y Televisión. En efecto, éstos no me dieron tregua ni descanso. No quiero decir que lo hicieran con maldad o con mala intención, ni mucho menos. Ellos sólo iban a lo suyo, pero a mi me destrozaron.

Las dos primeras semanas de mi salida del penal de Córdoba no fueron ni día ni noche; fue tiempo indefinido; fue una continuación extraña de días y noches, sin que supiera bien donde empezaba y terminaba. El penal no prepara a los hombres para esta clase de lances. La cárcel es el negativo de la vida, un orden geométrico de tumbas en fila. Para entender mi caso particular es menester comprender que, a la sazón, era yo un preso que había padecido durante muchos años la casi total incomunicación, que acababa de salir de una celda, donde había obtenido, en forma autodidacta, gran parte de mi bagaje cultural.

De repente me ponían bajo los focos de la notoriedad nacional. El cambio fue brutal. Estaba solo frente a todos, frente a mi ignorancia, solo, frente a mis fantasmas. De veras, lo pasé muy mal.

Creía – como tantas fantasías forjadas en el presidio – estar a cubierto, mitridatado del mito “Lute”, de su escandalosa y desproporcionada fama, con la que vastos sectores sociales me asaetaron desde casi el comienzo de mi caída. Sobre ella me habían dicho, había oído, leído y observado, y en base a ese efímero conocimiento me había yo preparado una especie de coraza protectora.

Todo inútil. Me equivocaba. Ni siquiera eso, pues en realidad lo que sucedía es que apenas sabía de ese personaje tan próximo y al mismo tiempo tan lejano a mi persona. Cuan poco conocía de su proyección social.

La Sección Abierta me sacaba de mi ostracismo milenario, poniéndome al desnudo frente a este personajillo, mitad mito, mitad héroe. Mi vida anterior había discurrido entre cárceles y fugas, apartado de la comunidad, de sus corrientes vivas, tarado para tomar el verdadero pulso social de lo que, en torno a mi persona se había ido sedimentando. Con mi llegada a esta cárcel sin rejas empecé a tomar conciencia y me horroricé de ello.

La prensa, la radio, la televisión, me cayeron encima como un enjambre de avispas, alterando con su insano trajín mi equilibrio físico y psíquico. Las noches las pasaba en blanco. Estaba desasosegado, conturbado. No tenía paz ni amistad. No comía, solo hablaba y hablaba. Tenía agujetas en la lengua. Hablaba de todo y de nada, de lo que sabía y de lo que ignoraba. Nunca me había pasado nada igual; tenía desbordada mi emotividad. Me temo haber disparatado más de la cuenta. Sin embargo, y pese a las circunstancias que me rodeaban, creo que supieron comprenderme y que nadie me guardó rencor. Nadie de las personas normales que por allí pasaron, pues de los cuervos negros, mejor no hablar.

De persona, de presidiario marcado, pasaba, sin espacio previo, a personaje legendario, en contra de mis deseos y a despecho de mi personalidad. Es inaudito; ahora que lo pienso me pregunto: ¿Cómo fue posible todo esto?. ¿Cómo el presidio pudo ocultarme tanto?. ¿

Cómo fue posible que nada se filtrase a través de sus espesos muros?. Pero es inútil, no sirve de nada intentar explicar el yerro. Lo he hecho muchas veces, pero es tiempo perdido. El fenómeno tiene vida propia, camina sólo fuera de mi criterio; el personaje me desborda. Siempre que vuelvo mis pasos sobre ello, me acuerdo de “La Caverna”. Por mucho que uno quiera y aún si se empeña en demostrar lo contrario, no logra sino fomentar más y más la falacia.

No es fácil retroceder, cambiar de criterio. Nadie da el necesario paso atrás para que la persona viva. Bien al contrario, la experiencia me ha ido demostrando que tanto empeño al servicio de la desmitificación puede ser – al igual que el referido mito de Platón – peligroso y, sobre todo, banal. No sólo no alcanza el objetivo propuesto, sino que ensancha más la causa que desea combatir.