Padres y Madres Separados

Ayuda práctica, jurídica y psicológica padres, madres, separados, divorciados e hijos

Cartas abiertas al PSOE de un PADRE sin derechos

Según parece tienen Vds. previsto modificar la Ley del Divorcio, así como elaborar una Ley Integral contra los Malos Tratos. Aplaudo su iniciativa y con ánimo de prestar mi colaboración ciudadana al respecto, les expongo unas injusticias que en aras de la equidad considero que deberían subsanarse en dichas normas.

(Si deseáis suscribirla, enviádsela al PSOE: infopsoe@psoe.es)

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La demente “identidad” hembrista (4ª Carta al PSOE, de un padre y unos hijos sin derechos).

No participo de la exultante alegría del día del “orgullo gay”, porque soy heterosexual. Por el contrario, siendo un hombre separado, padre de tres hijas y muy orgulloso de ellas, me siento en cambio muy humillado por una sociedad que pisotea mis derechos como padre y como hombre.

Así como mancillado por una hipocresía colectiva, que cacarea la igualdad ilusoria de una falaz teoría de género totalmente contradictoria: por un lado se dice que el padre ha de cuidar de sus hijos exactamente igual que la madre (sin diferencias de género), y por el otro se le otorga la custodia de la prole a la madre -en exclusividad- en el 98% de los casos de separación y divorcio.

¿A qué lógica obedecen semejantes postulados?.

Me encantan las mujeres; ¡sí, señor!. Tengo esa virtud; o ese defecto... ; ya que, en la actual confusión de valores desconozco qué puede entender la sociedad por virtuoso.

Tradicionalmente me han encantado los piropos exentos de grosería; pero miedo da ya, lanzar un requiebro a una hermosa dueña; puesto que, lo que antes era galantería, ahora parece ser ultraje. Siempre he admirado a la mujer, además de desearla; porque, en ella –en la que es verdaderamente femenina- degusto complementos a la masculinidad, ausentes en el hombre.

Esta misma actitud la observé en mi padre y ancestros; a quienes –para mi sorpresa- actualmente se les califica como miembros de una “monstruosa sociedad patriarcal”, y supuestamente “agresivos por naturaleza”.

Los ademanes femeninos me resultan gráciles y coquetos; en contraste con los toscos y altaneros del hombre. Su tono de voz, dulce y melodioso (hasta la menos agraciada, resulta encantadora por teléfono). Sus caricias, son delicadas. Sus modales, tiernos. Cuando la visión de una mujer no le suscitan candor y dulzura a un hombre, es que él tiene muy poco de hombre, o ella muy poco de mujer.

Los hijos se acogen a su regazo, y contemplando esta imagen no hay que explicar más sobre la maternidad; mis hijas, como alternativa, siempre han preferido de mí que las subiese a hombros, o en la espalda, a “caballito”.

A los dos nos quieren y de cada uno saben apreciar nuestras diferentes características.

Ahora, en cambio, están de moda las teorías de unas adustas señoras -de las que suscitan muy poco candor y dulzura- pregonando una “igualdad” (que resultaría más propio calificar como “uniformidad” e “identidad”) que no se sabe dónde empieza y menos donde termina. Y dicen que los “roles de género” no deben existir (que a saber a lo que se refieren con eso, puesto que cada día se sacan de la manga una nueva bagatela al respecto).

Y que es necesario “deconstruir la familia”, para que renazca un mundo nuevo (lo cuál suena igual que la fracasada elucubración del “paraíso comunista”).

Y se meten en la vida privada de las personas, diciendo quién, cómo y cuando, tiene que fregar o barrer; o cómo se han de amar y respetar, según sus Reales Decretos hembristas. Y persiguen denominar “familia” a la unión homosexual, imponiendo a unos menores adoptados los perjuicios de una asociación antinatural. Y pretenden imbuir semejantes bodrios en las escuelas, tratando de encorsetar: el libre albedrío del alumno, el derecho de los padres a escoger el tipo de educación para sus hijos y la libertad de cátedra del profesorado.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos, dice:

Artículo 12:
Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación. Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra tales injerencias o ataques.

Artículo 26.3:
Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos.

Sres. Socialistas y demás políticos: no quiero tales experiencias “educacionales” para la mente de mis hijas, basadas en descabelladas teorías sobre el desmantelamiento de la “sociedad patriarcal”; sus abuelos fueron unos perfectos caballeros; y sus esposas unas verdaderas damas, a las que colmaron de respeto, deferencia y cariño. Deseo que a mis hijas les impartan conocimientos científicos; ética, respeto y amor hacia los demás; y actitudes que acentúen el encanto de su sexo.

Esto -sumado a una igualdad jurídica y de oportunidades ante la ley- considero que es lo idóneo para su desarrollo personal, al tiempo que representa una respetuosa consideración hacía su libre albedrío. Quién pretenda experimentar elucubraciones dementes, que lo haga con gaseosa y no con la educación de mis hijas, sirviéndose para ello de un prepotente abuso de poder y de una aplastante propaganda sobre “malos tratos”: falaz, sesgada y destinada a crear una interesada alarma social en beneficio de sus particulares intereses.

LL.O.C.