Padres y Madres Separados

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A mi hijo

Querido Ernesto: Hijo de mi alma, siento tu sufrimiento presente pero más aún el futuro. Siento que no puedas aliviarlo contándoselo a papá, que estés muy lejos de mí, y no me refiero en el espacio, mas bien en el amor.

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Recuerdo cuando estabas malito, sólo te consolabas cuando papá te cogía en los brazos para tranquilizarte. Me hacías sentirme importante, eras lo mejor de mí.

Aunque aún no lo entiendas, quiero que sepas que mi cariño por ti es muy grande que lo será siempre, que mis deseos para ti van por otro lado, que espero y ruego a Dios que cuando crezcas, tengas la suficiente claridad de ideas y la voluntad de decidir por ti mismo y que decidas quererme aunque no me conozcas prácticamente.
No te dejes llevar por lo que otros te cuenten aunque éstos estén muy cerca de ti.

Quisiera enseñarte tantas cosas, que pasáramos mucho tiempo juntos, ser tu padre y tu mejor amigo. Todo esto no es posible, la “justicia humana” nos lo impide, a ella no le interesa el sufrimiento tuyo ni mío, sólo le importa que sobre el papel parezca que se ha hecho justicia.

Desearía que vieras mi lucha, que supieras de la fuerza que me da el deseo de tenerte y cómo estas fuerzas me faltan cuando me niegan una y otra vez mi deseo.
Me siento derrotado, mis ojos se empañan de “gáminas” como tu dices.
Es así la vida, también esto quisiera enseñarte.

Quiero tener esperanza pero, no sé si debo tenerla. Casi es mejor vivir el presente, lo que venga ya lo veremos.

Si te escribo esta carta es para que si a alguien le interesa, la lee y la guarda, te la haga llegar para que cuando sepas leer, sepas que mi cariño fue y será siempre real.

Si decides buscarme, siempre me encontrarás.

Con todo el amor de padre

Antonio Gómez Molina