Padres y Madres Separados

Ayuda práctica, jurídica y psicológica padres, madres, separados, divorciados e hijos

El fondo del pozo

Lucha como si te fuera la vida en ello, porque en ello te va la vida.

Sobrevive.

No les alegres el día.

(NOTA: todavía hay quién cree que eso no puede ser verdad)

Madrid, febrero de 2007
El fondo del pozo

Pero ¿qué c? es esto?
Despierto en una celda llena de hombres y de un olor a pies que se puede cortar con el mango de una cuchara. Despierto, pero no estaba dormido. Tengo una idea nebulosa de cómo he llegado hasta aquí.

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Cuando empiezo a encontrar cómodo el muro contra el que estoy recostado, uno de los detenidos me advierte que estoy descansando contra una pared pintada desde arriba hasta abajo con excrementos. Me incorporo y me giro con cierta calma, porque parece que el asunto tiene ya poco arreglo. En efecto, hay en el muro pintadas marrones de gente que está cagándose en todo.

Ya despunta la tarde cuando el juez me llama. El Sistema me ha tenido retenido casi veinte horas. Una pareja de la Guardia Civil, también correcta, me habla de usted y me pasea esposado por todo el edificio de los juzgados. El estigma llama la atención: la gente, toda la gente, te mira primero a las esposas y después a la cara. En principio, espero no encontrarme con nadie conocido, aunque después de tanto tiempo sin dormir empieza a darme todo igual. Llego con mi abogado, un novato que se pone muy nervioso delante del juez, a la sala donde un dios menor decidirá el futuro de un malhechor que no ha hecho ningún mal. Es un juzgado de Violencia contra la Mujer.

Pero, ¿hay juzgados sólo para mujeres?

¿Castigos sólo para algunos?
¿Leyes distintas?
¿Estamos en España?

El juez ordena a los guardias que me quiten las esposas. Efectivamente, es el eterno demiurgo; si chasquea los dedos, voy adentro. Los agentes se quedan cerca de mí. El juicio dura un cuarto de hora. Mi mujer, tan aterrorizada como estaba por la situación, no se molesta en presentarse para explicar por qué. Su declaración dice que hace años le di un empujón. Es mentira. Hoy no se decide sobre mi acusación penal porque éste es un juicio de medidas provisionalísimas: se fija la pensión que pagaré de momento, hasta que tengamos las provisionales, que dirán lo mismo: que la peque es de ella. El piso me da igual. Al juez le sorprende que pida la palabra para decirle que lo único que me importa es ver a mi hija.

La tendré conmigo los martes y los jueves por la tarde, y los fines de semana alternos. Aunque mi pequeña tiene cuatro años y no sabe por qué ha desaparecido su papá, el que se levantaba cada noche cuando ella lloraba, mi mujer decide que el primer fin de semana es suyo. Me sueltan. En la calle sobra luz. Cojo un taxi. Voy a la comisaría para que la Policía Nacional me escolte hasta mi casa, en adelante su casa pagada por mí, para recoger mis cosas. El procedimiento de selección consiste en que cojo lo que ella señala y pierdo lo que ella se adjudica. Se queda con las películas de mi niña

¿Su niña?

…que yo grabé durante toda su vida y toda mi vida con mi cámara.

Los párpados se vuelven persianas, pero los sostengo bien arriba. Me obligo a escribir esta historia antes de dormir, todavía fresca. A lo mejor un día le sirve a alguien que sufre.