Padres y Madres Separados

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El fondo del pozo

Lucha como si te fuera la vida en ello, porque en ello te va la vida.

Sobrevive.

No les alegres el día.

(NOTA: todavía hay quién cree que eso no puede ser verdad)

Madrid, febrero de 2007
El fondo del pozo

Pero ¿qué c? es esto?
Despierto en una celda llena de hombres y de un olor a pies que se puede cortar con el mango de una cuchara. Despierto, pero no estaba dormido. Tengo una idea nebulosa de cómo he llegado hasta aquí.

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¿Voy a dormir con este pájaro de la cicatriz?

Alguien le pide al de Telefónica que se tranquilice. Bajo la voz y, en un aparte, le digo que no pasa nada y que lo único que no se le puede decir a alguien que ha perdido la calma es “ten calma”. Que piense en que mañana estaremos fuera, cosa que ignoro por completo porque aún no conozco las interioridades del Sistema.

De hecho, no sé que el Sistema existe; llevo cuarenta y dos años pensando que vivo en una democracia que no persigue a la gente por el tipo de sus genitales.

¿Cómo era aquello del lechero de Churchill? ¿Pasan allí estas cosas?

Mantengo la calma, pero no puedo dormir sumergido en tanta épica carcelaria, tanta claridad en la habitación de un hotel en el que la luz no se apaga y tantas voces que piden tabaco de celda en celda. Ya no queda hachís “rico, rico, rico”. La noche, un tiempo blanco y lábil sin nada que hacer entre cuatro paredes, sería eterna sin Eduardo, que mata las horas con la narración repetida de sus aventuras. Se cree Makinavaja, pero es un chorizo de poca monta que malvive mangando camisetas de Gucci. Parece ser que todavía no ha pisado la cárcel.

El chico de las gafas que intenta dormir tumbado a mi lado no ha cruzado palabra con nadie. Forma parte de la otra mitad de los detenidos, la parte silenciosa que, con los ojos muy abiertos, no termina de creer lo que le está pasando. Queda el trámite de la toma de huellas, que la policía científica realiza sobre las cinco de la mañana, no vaya a ser que alguien pueda dormir algo. Los policías con bata blanca dan menos miedo. Me toman las diez huellas de los dedos de las manos. Me fotografían de frente y de lado, como en las películas.