Padres y Madres Separados

Ayuda práctica, jurídica y psicológica padres, madres, separados, divorciados e hijos

El fondo del pozo

Lucha como si te fuera la vida en ello, porque en ello te va la vida.

Sobrevive.

No les alegres el día.

(NOTA: todavía hay quién cree que eso no puede ser verdad)

Madrid, febrero de 2007
El fondo del pozo

Pero ¿qué c? es esto?
Despierto en una celda llena de hombres y de un olor a pies que se puede cortar con el mango de una cuchara. Despierto, pero no estaba dormido. Tengo una idea nebulosa de cómo he llegado hasta aquí.

Publicado el

Maltratador.

La palabra zumba dando vueltas dentro de mi cráneo. En casa nadie ha tocado a nadie, salvo aquella vez del mando a distancia.

Lo que más impresiona del hotel es comprobar cómo casi la mitad de los huéspedes está allí por denuncia de malos tratos. Detenciones de hombres en masa. Madrid. Siglo veintiuno. Soy periodista, pero no sabía esto. ¿Lo sabe alguien que no haya bajado esta escalera? Uno de los que sollozan es empleado de Telefónica: Clemente.

Lo han detenido en la empresa, con las muñecas por detrás en los grilletes, y difícilmente podrá borrar ante sus compañeros los estigmas que le han atravesado las manos y helado el corazón. “Le dije que iba a separarme de ella y me pidió que no lo hiciera. Luego me dijo que su padre, que es policía retirado, me iba a pegar dos tiros. Finalmente, me ha denunciado esta noche porque yo iba a pedir hoy el divorcio”.

Clemente dice que ya nunca se fiará de otra mujer. Voy a opinar que es injusto que generalice cuando vuelve a abrir la boca: “¿Y si la próxima también me denuncia, y ya con este antecedente?”- dice respirando entrecortado.

¿Y si me callo, porque este tío tiene razón y yo soy imbécil?”

Los huéspedes del otro gremio (no los civiles, sino los manguis) son auténticos artistas colando droga en las celdas de la comisaría de Moratalaz ante las narices de los policías nacionales, tampoco muy preocupados por el particular. Uno lleva una piedra de hachís en el forro de sus deportivas y otro ha pasado un cigarrillo metiéndoselo en los calzoncillos. La Vane, toda una heroína, ha conseguido colar, sabe Dios dónde lo habrá escondido, ¡un mechero! que irá circulando por las celdas de mano en mano, entre barrote y barrote. No sólo los carceleros tienen derecho al tabaco.

Algunos hombres culpables, pleonasmo, fuman cigarrillos y porros. Cuando el mechero de gas se agota y el papel también, Eduardo y Yassir encienden una piedra sólo con la chispa y fuman aspirando directamente las emanaciones de la diminuta porción de droga, sin tabaco ni papel.


Yassir es un marroquí de unos veinticinco años que ha pasado seis en la cárcel, fue expulsado de España y ha sido detenido casualmente por la policía en plena estancia ilegal aquí. Me cuenta orgulloso su mayor hazaña en la Modelo de Barcelona: haberle pegado un palizón que no olvidará, “casi lo mato”, a otro recluso dejándole la cara marcada.