Luz bajo el celemín
El título del presente trabajo -por lo demás carente de cualquier connotación religiosa- se hace eco de
las siguientes palabras de Jesús:
«¿Acaso se trae la lámpara para ponerla debajo del celemín o debajo
del lecho? ¿No es para ponerla sobre el candelero? Pues nada hay oculto si no es para que sea
manifestado; nada ha sucedido en secreto, sino para que venga a ser descubierto.
Quien tenga oídos
para oír, que oiga.» (Marcos 4, 21-23).
Difícilmente podría encontrarse un título que resuma mejor la
situación actual de los estudios científicos sobre violencia de pareja.
Publicado el
La primera gran encuesta sobre violencia doméstica, llevada a cabo por Straus, Gelles y Steinmetz en
1975 en los Estados Unidos, ya arrojó unos resultados inesperados y totalmente contradictorios con las
tesis de la ideología triunfante, y demostró que hombres y mujeres ejercían la violencia en la pareja en
proporciones similares. Desde entonces, cientos de estudios científicos, basados en muestras mixtas de
hombres y mujeres, representativas de la población general, han corroborado esa conclusión de forma
irrebatible.
Es más, cada vez hay más estudios que indagan sobre el carácter ofensivo o defensivo de la violencia en la pareja. En contra del arraigado mito de la naturaleza meramente defensiva de la violencia femenina, la conclusión casi unánime de esos estudios es que la mujer es la principal iniciadora de las agresiones físicas en la pareja.
Sin embargo, ¿quién conoce tales estudios? ¿En qué grandes medios de comunicación o ambitos de expresión política hallan eco? Sin duda, han requerido esfuerzo, conocimientos, recursos; y se han realizado, con resultados coincidentes, en numerosos países. En conjunto, representan el verdadero mapamundi de la violencia doméstica. Pero su reconocimiento social y político no está, ni de lejos, a la altura de su mérito y su utilidad potencial. Su difusión se limita prácticamente a los círculos especializados y rara vez traspasa la barrera, al parecer infranqueable, de lo políticamente correcto y lo electoralmente rentable.
Esos estudios objetivos e imparciales son la luz que debería estar en el candelabro y servir de referencia para la formulación de políticas y la adopción de leyes sobre violencia doméstica. Sin embargo, durante decenios han sido relegados al último plano, ninguneados, olvidados.
Son la lámpara que, absurda o interesadamente, se coloca bajo el celemín.
VER COMPLETO EN EL ARCHIVO ASOCIADO
Es más, cada vez hay más estudios que indagan sobre el carácter ofensivo o defensivo de la violencia en la pareja. En contra del arraigado mito de la naturaleza meramente defensiva de la violencia femenina, la conclusión casi unánime de esos estudios es que la mujer es la principal iniciadora de las agresiones físicas en la pareja.
Sin embargo, ¿quién conoce tales estudios? ¿En qué grandes medios de comunicación o ambitos de expresión política hallan eco? Sin duda, han requerido esfuerzo, conocimientos, recursos; y se han realizado, con resultados coincidentes, en numerosos países. En conjunto, representan el verdadero mapamundi de la violencia doméstica. Pero su reconocimiento social y político no está, ni de lejos, a la altura de su mérito y su utilidad potencial. Su difusión se limita prácticamente a los círculos especializados y rara vez traspasa la barrera, al parecer infranqueable, de lo políticamente correcto y lo electoralmente rentable.
Esos estudios objetivos e imparciales son la luz que debería estar en el candelabro y servir de referencia para la formulación de políticas y la adopción de leyes sobre violencia doméstica. Sin embargo, durante decenios han sido relegados al último plano, ninguneados, olvidados.
Son la lámpara que, absurda o interesadamente, se coloca bajo el celemín.
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