Padres y Madres Separados

Ayuda práctica, jurídica y psicológica padres, madres, separados, divorciados e hijos

LA PATERNIDAD Y LA MATERNIDAD TRAS EL DIVORCIO.

Sariego, J. L. (Abogado de Familia y Mediador) y Morgado, B. (Psicóloga)

Introducción

En las últimas décadas la familia española ha ido sufriendo una serie de cambios de distinta índole. Si comparamos la familia española de hace veinte años y la de ahora podemos observar cómo se diferencia tanto en la estructura como en la dinámica de relaciones y los roles que desempeñan quienes forman parte de ella.

Si atendemos a los cambios estructurales, podemos observar como se ha diversificado enormemente los distintos tipos de familias: existen menos hogares de familia extensa y polinucleares, mientras que se han incrementado las uniones no matrimoniales y las familias monoparentales, de un solo progenitor, al tiempo que han aparecido las familias "reconstituidas", procedentes de uniones anteriores.

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Características económicas de los hogares monoparentales

Si hacemos un recorrido por las características que presentan los hogares monoparentales en cuanto al nivel de ingresos, podemos encontrar que existen diferencias entre aquellos que están encabezados por un hombre y los que lo están por una mujer. Según González (1999), cabría esperar que madres solas y padres solos tuvieran unas tasas de actividad parecidas, dadas sus similares responsabilidades familiares, sin embargo los padres solos aventajan en 15 puntos a las madres solas en lo que a tasas de actividad se refiere.

Estos datos nos dan muestras de que las madres solas parten de una situación diferente a la de los padres solos. Resultados parecidos encontraba la autora en el conjunto de la Unión Europea donde existe una diferencia que ronda entre 15- 16 puntos entre las tasas de actividad de las madres solas y la de los padres solos.

Esto nos indica que todavía el hombre juega con ventaja a la hora de acceder al empleo, lo que nos permite adelantar que los ingresos de los hogares monoparentales encabezados por un hombre tienen mayor probabilidad de recibir cantidades superiores de ingresos con respecto a los hogares monoparentales encabezados por mujeres.

Cuando existen problemas económicos en la familia, se genera una fuente de estrés que influye en el estado emocional del progenitor custodio, del que a su vez depende en gran medida el estado emocional de los hijos e hijas (Cantón, Cortés y Justicia, 2000). Teniendo en cuenta el hecho cada vez más frecuente de la feminización de la pobreza, la política familiar debería recoger un programa de ayudas enfocado a las familias monoparentales, en su mayoría encabezadas por una mujer, donde una de las medidas fuera barajar con seriedad la posibilidad de establecer custodias compartidas.

La custodia compartida no solo beneficia la disponibilidad de recursos a los que pueden acceder los niños y niñas tras la separación de sus padres, sino que también, favorece a que los niños y niñas sientan que ambos progenitores están implicados en su crianza y educación lo que les genera un mayor nivel de bienestar general, pues también disminuye el estrés y la sobrecarga de responsabilidades de las madres que afrontan solas la maternidad.