Padres y Madres Separados

Ayuda práctica, jurídica y psicológica padres, madres, separados, divorciados e hijos

Cada año, 25.000 niños son inducidos por un progenitor a odiar al otro

La Voz de Galicia

Algunos colectivos alertan del uso de este mal en los juicios como argumento por parte ?de maltratadores

Los expertos afirman que existe un aumento de casos del llamado síndrome de alienación parental

Autor:
Beatriz Pallas
Fecha de publicación:
16/4/2008

Publicado el

TESTIMONIO

«''Mamá dice que eres malo, pero eres bueno'', me dijo mi hija»

| Un gallego con tres hijos afectados Darío (nombre supuesto) vive un drama cada fin de semana cuando acude puntual a visitar a sus tres hijos, que residen con su madre.

Ellos, dos adolescentes y una niña pequeña, hace tiempo que dejaron de hablarle, de mirarle o de mantener cualquier contacto con él.

Salen del portal cogidos de la mano, llevando en el medio, protegida, a la menor. Las visitas paternas se reducen a un breve paseo por las calles durante el cual el padre es el único interlocutor.

«Camino detrás, les recuerdo que yo los quiero igual y sin condiciones, que no se preocupen por mí; a la niña pequeña le hago bromas, les recuerdo cosas divertidas del pasado», dice Darío, un gallego que se divorció hace dos años.

La sentencia considera acreditada la existencia de un síndrome de alienación parental en estos tres menores. «Los dos niños mayores venían al juicio con la lección aprendida y así lo hicieron repitiendo ambos casi con las mismas palabras que si no querían estar con su padre era porque este les abandona en la calle, les encierra en casa, les insulta y les pega...», escribe la jueza, para afirmar que ninguno de ellos fue capaz de explicar de forma coherente cómo y cuándo se cometían las agresiones.

Más revelador fue el testimonio de la preescolar refiriéndose al padre como «ese sinvergüenza». «Al principio ella me hablaba, y los mayores le reñían. ''Mamá dice que eres malo, pero tú eres bueno'', me dijo mi hija con 3 años», cuenta. Ahora tampoco ella le habla para evitar la reprimenda, solo le hace gestos de complicidad a escondidas.

El drama empezó cuando el matrimonio vivía bajo el mismo techo. «Un día la niña mayor fue obligada a retirar mi plato de comida de la mesa ?-recuerda-. Luego empezaron a evitar salir a la calle conmigo. Los iba a buscar al colegio y dejaron de subir al coche, dejaron de comer la comida que enviaban mis padres por si tenía algo malo...».

El padre asegura que su preocupación son los niños, únicas víctimas de esta situación: «Veo a mi hijo mayor muy triste y lo he visto sufrir, haciéndome gestos que manifestaban algo distinto a lo que me podía decir. Ellos buscan su supervivencia; tienen que volver a casa y no pueden desobedecer. No son libres».

Darío se refugió en escribir un diario en el que dejó constancia de la evolución de sus hijos cada fin de semana, un documento que pone a disposición de cualquier experto interesado. Desde hace un tiempo ha dejado de escribir, porque ya no tiene nada nuevo que contar. «Es siempre lo mismo, camino detrás de ellos y ellos siguen sin hablar».