Padres y Madres Separados

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Programados para odiar a papá

Numerosos padres separados inoculan a sus hijos el rechazo al otro - Un fenómeno grave que escapa a la frialdad de la actuación judicial

CARMEN MORÁN EL PAÍS 29/11/2007 Jueces y educadores empiezan a prestar más atención al secuestro emocional La solución es trabajar con los adultos, que acepten la figura del otro Los expertos calculan que un 5% de las visitas a los hijos no se cumplen Los casos más graves pueden terminar en el suicidio del menor Los chicos suelen rechazar la comida del padre por si está envenenada

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Los hijos se convierten en un objeto de cristal cuando una pareja decide romper su relación. Cualquier desavenencia mal llevada puede dañarlos, pero en lugar de protegerlos, hay ocasiones en que uno de los progenitores los utiliza como arma arrojadiza contra el otro. Día a día, año tras año, les van programando para odiar al padre o a la madre. Los psicólogos conocen bien los resultados de este maltrato emocional que, en los casos más graves, puede acabar en suicidio. Un fenómeno que no siempre queda dibujado en la frialdad de una sentencia ni en los expedientes oficiales, pero ante el que existe cierta posibilidad de actuar.

"Cumplió 12 años y el padre dijo que no vería más al niño. Así fue", dice Conchi A la hora de siempre José Antonio B. llama al timbre de su antigua casa. Nadie responde, como cada sábado. Enciende un cigarrillo y espera bajo el frío de Benavente (Zamora). Vuelve a pulsar. Otro cigarrillo. En el bajo del edificio las clientas habituales van llegando a la peluquería, saludan a José Antonio, que se resguarda en el portal.

-Qué, ¿esperando para ver a los niños, no? Si es que quiere la señora, claro, ay qué ver, qué sinvergüenza la tía..., refunfuña una mujer de años subiendo lentamente las escaleras de la peluquería.

Como cada sábado.

A las 11 de la mañana, los mellizos, un niño y una niña de 14 años, saldrán por la puerta a toda prisa, llevando entre ellos, como si fuera esposada por la policía, a la hermana pequeña, de seis años. Ninguno dirá nada, ni una palabra, como si el padre no existiera. Ahí comienza la visita a sus hijos de un hombre separado. El paripé apenas va a durar cinco minutos.

Los tres muchachos están afectados por lo que la psicología internacional denominó a mediados de los ochenta Síndrome de Alienación Parental (SAP). Antes de esa fecha se conocía como inculcación maliciosa o secuestro emocional. Llámese como se llame siempre ha habido divorcios traumáticos que conducen a ese proceso en el que "uno de los progenitores manipula la conciencia de los hijos para que rechacen al otro progenitor y se enfrenten a él".

Así lo define el psicólogo clínico José Manuel Aguilar Cuenca, que lleva años documentando casos como estos. Los conoce bien: "Son niños que presentan una extraña madurez que en realidad es una forma de protegerse ante la situación. Viven dos mundos estancos, 'lo que hago con papá y lo que hago con mamá". Hasta que llega un día en que las relaciones con uno de los dos sencillamente desaparecen. Son niños programados para odiar al padre o a la madre.