Padres y Madres Separados

Ayuda práctica, jurídica y psicológica padres, madres, separados, divorciados e hijos

PADRES SEPARADOS:cuando uno obstaculiza la relación del otro con el hijo

Experiencia y literatura local y extranjera

por Eduardo José Cárdenas y Marta Albarracín [1]

1. Enfoques sobre la separación y el divorcio
Ha transcurrido medio siglo desde que la separación y el divorcio de los esposos comenzaron a vivirse masivamente y a estudiarse. Tiempo suficiente para que los enfoques ideológicos, las expectativas y las conductas hayan variado, al menos parcialmente.

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La presencia de escenarios prestados: el hijo utiliza ideas, palabras y gestos del progenitor alienante.

8.
Extensión de la animosidad a los amigos o a la familia extensa del padre alejado (Gardner, 1998, p. XXV).

Según Gardner, el hijo que se encuentra en esta situación tiene un vínculo primario fuerte con el progenitor alienante y teme que se rompa. Arma un mecanismo defensivo que transforma en odio el amor por su padre alejado. Se identifica con el padre alienante, a quien idealiza. Da rienda suelta a su hostilidad y se coloca y es colocado en un lugar lleno de poder. Las emociones se contagian entre el progenitor alienante y el hijo. Muchas veces, la rivalidad de género entre el padre y el hijo varón, o entre la hija mujer y la nueva compañera del padre, añaden combustible al síndrome (Gardner, 1998, cap. 4).

El progenitor alienante es en la mayor parte de los casos la madre. Es altamente probable, según Gardner, que ella esté procurando mantener a toda costa el vínculo primario que tiene con su hijo. Es posible que tenga serias dudas sobre su propia capacidad para ser madre, y las proyecte sobre el padre, mientras ella sobreprotege abiertamente al hijo. Estas dinámicas, concluye Gardner, suceden también en el caso de que los alienantes son los padres varones. E inclusive en los supuestos en que son otros parientes, tales como la abuela o (en muchos menos casos) un abuelo u otras personas como el padrastro o la madrastra.

Aunque es un aporte importante, el de Gardner puede resultar simplificador. Su valor reside en haber dado una vívida descripción de un fenómeno que no había sido antes identificado. Su descripción es particularmente útil para los casos extremos. Caracterizados por la involucración del niño mediante un discurso pseudo-independiente, la obstinación casi psicótica de la madre y esa suerte de folie a deux que se da entre los dos, no responde a los patrones comunes.

Es más. Cuando son abordados estos casos como si fueran los usuales, los procedimientos fallan. Los jueces y los abogados pueden intervenir como si se tratase de obstinados incumplimientos y no lo son, y los profesionales de la salud mental también se equivocan operando como si se tratase de los casos mencionados en los puntos 2 A y B. De ahí que luego se genere la frustración consiguiente a la impotencia. Gardner puso de relieve que son casos diferentes. En trabajos anteriores hemos recurrido a teorías psicológicas basadas en sólida evidencia empírica para explicar los fenómenos involucrados en el divorcio destructivo. Hemos pasado revista a los factores que dan sustento a la agresión y el conflicto, al fenómeno del rumor, que puede originar falsas percepciones; a la formación de actitudes y el cambio actitudinal (Albarracín, 1992).

Cabe citar que son valiosos también otros aportes, como los referidos a la conducta de acatamiento, mediante la imposición gradual (Seligman, Bush & Kirsch, 1976); al prejuicio, la discriminación y el sexismo (Vander Zanden, 1984). Todas estas perspectivas ayudan a explicar las complejas interacciones destructivas. Siendo la concepción de Gardner sólo producto de una intuición clínica, su utilidad reside en que acierta con una descripción muy específica. Sin embargo, los operadores deberán tomarla con prudencia, tal como sugieren las reservas que expresamos a continuación.

La descripción que hizo y, más aún, la explicación que dio son, a nuestro juicio, demasiado simples. En primer lugar, son lineales y no contemplan a la necesaria multicausalidad y circularidad que se da en cualquier fenómeno humano. Para que ocurra esta “locura” deben concurrir muchos determinantes, y Gardner no los menciona ni los estudia.

Caratula el cuadro como un “desorden mental”, entidad que localiza en el hijo. Pero incurre en contradicciones, porque no separa claramente lo que corresponde a cada uno y la interacción entre ambos. Jamás menciona la necesaria concurrencia del padre ni las interacciones que éste comparte con la madre y con su hijo (no estamos hablando aquí, obviamente, de que el padre cometa el maltrato o abuso del que habla la madre, porque entonces no habría obstrucción inmotivada, sino de comisiones u omisiones del padre que sostienen y refuerzan la “alienación”). No menciona tampoco Gardner los otros factores que contribuyen al problema (familia extensa, personas, profesionales e instituciones del sistema macro, etc.).

Esto nos llevan inclusive a objetar el nombre de “síndrome” que Gardner adjudicó al fenómeno, como si se tratara de un trastorno individual.