Padres y Madres Separados

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DE LO PERSONAL A LO POLÍTICO

por ERIN PIZZEY

Uno de los debates más interesantes del nuevo siglo podría consistir en dilucidar la cuestión de cómo y por qué se fundó el movimiento feminista en el mundo occidental. ¿Surgió, como explican numerosas periodistas, en respuesta a las necesidades de las mujeres oprimidas del mundo? ¿O fue una creación de las mujeres de izquierdas, cansadas de verse relegadas a funciones serviles en las cocinas de sus revolucionarios amantes?

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Con gran frecuencia, vi profesoras feministas que discriminaban a los chicos en sus clases. Vi la gran avalancha de mujeres que irrumpió en las filas de la población activa, ávidas de puestos de trabajo y carreras.

Muchas de ellas no tenían otra alternativa. Las dificultades económicas obligaban a trabajar a ambos miembros de la pareja. A pesar de las promesas, no hubo un plan nacional de guarderías infantiles, así que otras mujeres emprendieron actividades, ilegales y a veces peligrosas, de cuidado de niños. Los hombres, liberados de cualquier limitación por la píldora anticonceptiva, exigieron relaciones sexuales a la medida de sus deseos, pero luego muchos de ellos se desentendían de los embarazos subsiguientes.

Londres, además de convertirse en la capital mundial del aborto, alcanzó los niveles más elevados de partos de adolescentes de todo Occidente. Los hombres dieron la espalda al matrimonio y al compromiso, en muchos casos temiendo con razón que, si asumían algún tipo de compromiso, acabarían siendo desplumados por la mujer durante el resto de sus vidas.

En 1977, los representantes Lindy Boggs y Newton-Steer me invitaron a un almuerzo oficial en el Congreso estadounidense. Para entonces yo sabía ya que las palabras que iba a pronunciar me harían muy impopular.

Todas las personas que se dirigían a mí daban por supuesto, erróneamente, que hablaban con una "feminista", algo que yo estaba muy lejos de ser. Siempre he desconfiado de los "istas" de toda clase, y sólo me gusta definirme como "alguien que ama a Dios en todas sus facetas". Cuando acabé mi discurso, todas las personas de la mesa me rehuían, y la impresión que causé en el Club de Prensa de Washington no fue mucho más favorable.

Me resultó divertida la expresión que vi en las caras de las curtidas periodistas. Numerosas conferencias que tenía comprometidas fueron anuladas, especialmente en Nueva York y Boston. Pasé una divertida noche con otros miembros del personal en una residencia de profesoras lesbianas de Anne Harbour , pero me sentí mucho mejor cuando fui a alojarme a la casa de una joven y dulce esposa y madre en otra ciudad. Por entonces me di cuenta de que, en todas partes, el movimiento feminista se había apropiado de la cuestión de la violencia doméstica para satisfacer sus ambiciones políticas y llenar sus bolsillos.

Las feministas de los Estados Unidos y de otros países estaban reescribiendo las leyes. "En el pasado decenio, las teorías jurídicas feministas cobraron gran relieve en muchas facultades de derecho estadounidenses. El activismo feminista tuvo también grandes repercusiones en numerosos ámbitos jurídicos, en particular los relacionados con la violación, la autodefensa, la violencia doméstica y otras tipificaciones delictivas nuevas, como el acoso sexual.

Sin embargo, la ideología del feminismo jurídico actual va mucho más lejos de la meta original, ampliamente aceptada, del trato igualitario para ambos sexos. El nuevo programa propugna la redistribución del poder desde la "clase dominante" (los hombres) hacia la "clase subordinada" (las mujeres), mientras que principios fundamentales de la jurisprudencia occidental, tales como la neutralidad judicial y los derechos del individuo, se consideran ficciones patriarcales destinadas a proteger los privilegios masculinos". [3] [4]