Padres y Madres Separados

Ayuda práctica, jurídica y psicológica padres, madres, separados, divorciados e hijos

DE LO PERSONAL A LO POLÍTICO

por ERIN PIZZEY

Uno de los debates más interesantes del nuevo siglo podría consistir en dilucidar la cuestión de cómo y por qué se fundó el movimiento feminista en el mundo occidental. ¿Surgió, como explican numerosas periodistas, en respuesta a las necesidades de las mujeres oprimidas del mundo? ¿O fue una creación de las mujeres de izquierdas, cansadas de verse relegadas a funciones serviles en las cocinas de sus revolucionarios amantes?

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En muchos de esos violentos y amenazadores colectivos me enfrenté a sus líderes para decirles que odiar a todos los hombres no era una actividad en que yo desease participar. Les expliqué que mi vida me parecía un lujo. Tenía un marido que acudía a su trabajo y pagaba la hipoteca de la vivienda, de forma que yo podía quedarme en casa con mis dos hijos.

Les recordé que, aparte de un pequeño grupo de hombres que ejercía el poder internacional, la mayor parte de los habitantes de sus países eran esclavos. Les hablé de los regímenes asesinos de Mao y de Stalin pero, por supuesto, muchas de esas mujeres eran maoístas y estalinistas.

Su actitud era tal que no habrían retrocedido aunque tuviesen que morir 30 millones de personas por la causa de su revolución. Fui odiada con pasión e, irónicamente, acabé excluida del movimiento de liberación.

Entonces opté por abrir un pequeño centro comunitario para mujeres y sus hijos que permitiera mejorar mi proyecto de reducir el aislamiento causado en occidente por la crisis de la familia extensa. Durante muchos meses, ese pequeño centro comunitario para mujeres y sus hijos atrajo a todo tipo de mujeres deseosas de hallar un lugar en que pudiesen desplegar sus aptitudes y tener entretenidos a sus hijos. Pronto, las mujeres que rehuían los servicios oficiales acudieron a nosotras y nosotras las ayudamos.

Un día, una mujer subió a la pequeña oficina del piso superior y se quitó el jersey. Su cuerpo estaba lleno de magulladuras negras y violáceas. "Mi marido me golpea", dijo. Esa noche la llevé a mi casa, en lugar de dejarla volver a la suya. Sin embargo, desde el principio me di cuenta de la violencia ejercida por algunas de las mujeres que acudían a mi albergue.

Por entonces, yo había logrado las dos cosas que deseaba el movimiento de mujeres. Una causa justa para disfrazar su programa político y dinero para financiarlo. Para 1972, el movimiento de la mujer se había quedado sin dinero. Las mujeres inglesas corrientes eran demasiado inteligentes y educadas para desear su inclusión en un movimiento que deseaba tan obviamente destruir la familia y los derechos de los hombres. Sólo los grupos muy aislados de mujeres que vivían en zonas como Islington y Kew evitaban que sus hijos varones tuviesen juguetes de varones y presumían de que sus maridos o amantes se habían convertido de la noche a la mañana en 'nuevos hombres'.

El resto de nosotras reconocía que los hombres serían siempre hombres y que aceptaríamos de buen grado cualquier ayuda en la casa.