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LAS BASES IDEOLÓGICAS DE LA VIOLENCIA HUMANA

(Y SU MATERIALIZACIÓN EN LA IDEOLOGÍA FEMINISTA)

La especie humana se diferencia del resto de las especies animales, entre otras muchas características, porque su genética al permitirle generar cultura, con ella nuestra especie trasciende su propia biología.

Ninguna otra especie animal puede hacerlo. Sin lugar a dudas dicha característica es el paradigma más identificador de lo humano; ya que en el devenir de nuestra evolución, el resultado diferenciador de lo que hoy somos está causado por ello.

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Ello es de suma importancia y conforma el primer paradigma para entender las causas primigenias de la violencia humana, pues las religiones fueron el primer discurso legitimador de la estigmatización de lo no existente u opuesto a lo imaginado por ellas en "su ideal del mundo y de lo humano".

Es decir, todo lo que entraba en la teoría religiosa era bueno, y lo opuesto a ello o no contemplado por ella debía ser rechazable e incluso castigable. Cierto que los discursos religiosos han tenido su propio devenir en la historia humana, pero también es cierto que a partir de ellos otros discursos ideológicos han reproducido sus procesos e incluso los han gravemente pervertido.

Sabido es y la historia es testigo de ello, que desde entonces hasta el presente, de imponer unos determinados valores "per se" a pasar estigmatizar al diferente, a culpabilizar al extraño de la causa de los males (propios y ajenos), etc., hay siempre un corto paso. Y este corto paso, cuando se da en la consecución de un "poder", es la "causa origen" de la fascistización de una ideología y por tanto, de la violencia implícita que comporta el proceso de alcanzar e imponer dicho "poder".

Así pues, cierto es, que si bien es verdad que no toda ideología se fascistiza, también es verdad que toda ideología es potencialmente fascistizable.

La fascistización, siempre implica una interpretación perversa de la ideología de turno por parte de sus líderes; es decir, su objetivo va más allá de la identificación con unos valores; pues manipulando éstos a través de una estética adecuada a cada momento histórico y clase de fascismo, persigue la búsqueda del poder de un colectivo humano sobre otro, la negación de derechos equiparables y la legalización de la violencia a través de la estigmatización, explotación y exterminio del "otro".

Este principio es fundamental para entender las bases de la violencia humana. Es decir, a diferencia de la agresividad, la cual está legitimada por la propia naturaleza en su lucha por la supervivencia de todo individuo vivo; la violencia humana, si quiere ser expresada, necesita una teoría previa que la legitime. Este segundo paradigma es esencial si se quiere entender las raíces de la violencia y a las ideologías como bases legitimadoras de la misma.

En otras palabras, no hay violencia humana posible, sin una ideología, que como expresión perversa de unos valores, previamente la legitime.

A partir de aquí, el proceso que históricamente han seguido las ideologías en fase de fascistización es sabido. Es decir, en la medida que estas ideologías iban adquiriendo "poder", al colectivo que no se identificaba (o no se le permitía identificarse) con dichos valores, paulatinamente se le iba estigmatizando, explotando e incluso exterminando social o físicamente. Acciones para las cuales, la legalidad pertinente que para dichos actos se iba implantando, estaba inspirada y legitimada por la ideología en cuestión.

De esta manera, vemos como en muchas ocasiones en la historia de la humanidad los fascismos, generalmente aprovechándose de una noble idea, pervierten las pasiones humanas de sus seguidores, a través de convertir dichas ideologías en discursos legitimadores de la violencia entre humanos.