Padres y Madres Separados

Ayuda práctica, jurídica y psicológica padres, madres, separados, divorciados e hijos

ABC de los padres separados

Por el Dr. Eduardo José Cárdenas, ex juez de familia.
Con la colaboración del Juzgado Nacional de 1ª Instancia en lo Civil N° 9 (Buenos Aires)

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Muchos padres rehuyen ver a sus hijos porque esos momentos están acompañados de dolor y frustraciones.

Les cuesta acercarse a la casa donde han vivido y donde ahora tienen que ir a buscar a sus hijos. El encuentro con la ex mujer (y a veces con los ex suegros) puede dar lugar a una situación de tirantez, provocando discusiones y enfrentamientos, y hasta la misma presencia de los hijos revive situaciones y recuerdos penosos.

Otros padres, que no renuncian al contacto con sus hijos, tienen sin embargo la dificultad de retirarlos de la casa en que viven junto a la madre, y prefieren permanecer allí durante algunas horas.

Esta actitud demora una sana aceptación de la ruptura tanto por parte de los padres como de los hijos, y alimenta en todos fantasías de reconciliación que no están de acuerdo con la realidad que la familia está viviendo.

Otro riesgo es que a pesar de sus buenas intenciones el padre se convierta en:
el deprimido, que deprime a sus hijos;
el que se siente abandonado e implora tácitamente que los hijos lo protejan;
el furioso que habla mal de la madre;
el inquisidor que pregunta a sus hijos sobre la vida del otro;
el que se siente culpable de la separación y pide a sus hijos el perdón que ellos no le pueden dar;
el de la conducta adolescente, que prueba una mujer distinta cada tantas semanas e involucra a sus hijos en la relación.

Todas estas dificultades son comprensibles, pero los padres por el bien de sus hijos tratarán de superarlas y enfrentarán las situaciones de conflicto.

Para ello, si es necesario, podrán buscar ayuda en quienes hayan hecho la experiencia con éxito, o en el consejo de un profesional.

No se trata sólo de divertirse...

El padre que convive menos tiempo con sus hijos, por lo general lo hace durante el fin de semana y las vacaciones. Al no haber obligaciones, se piensa que es un tiempo de esparcimiento y diversión, y sin duda que lo es.

Pero esto no es lo más importante. El padre puede aprovechar este tiempo libre para tener con sus hijos un diálogo más profundo, y para intervenir activamente en la parte educativa. Su comunicación con los hijos se hará más íntima, hasta llegar a compartir muchos aspectos nuevos.

Aprenderá a cambiar los pañales del bebé; hablará a solas con su hija; tendrá con el adolescente un diálogo especial y privado; se ocupará de la educación sexual del hijo varón, etc.

Para todo esto, es muy importante que el padre tenga un lugar en su casa, aunque sea muy modesto, destinado a sus hijos: éstos deben sentir que esa también es "su casa", aunque pasen en ella menos tiempo que en la otra.

No existe un "padre de fin de semana". El que convive menos tiempo con el hijo, no por eso puede dejar de lado otro tipo de tareas. El también deberá acompañar a sus hijos al pediatra o a la psicopedagoga, hablará con la maestra o el profesor, asistirá a las reuniones escolares, de catequesis, etc., o a la eventual terapia psicológica del hijo.

La presencia del padre en el colegio, el consultorio o la parroquia, jerarquiza esos lugares y hace que el hijo aproveche mucho mejor la tarea de los profesionales encargados de enseñarle, de curarlo, etc.

En resumen: el progenitor que convive menos tiempo por semana con el hijo de ninguna manera influye menos que el otro en su crianza y educación, ni es menos responsable que el otro.

¿ Qué significa la contribución en dinero para la vida del hijo?

Como ya se dijo, los gastos que generen los hijos deben ser soportados tanto por el padre como por la madre, en proporción a la fortuna, capacidad laboral y además circunstancias de la vida de cada uno de ellos. Al padre varón, que muchas veces convive menos tiempo con sus hijos, a veces le cuesta asumir plenamente esta responsabilidad.

La separación aumenta mucho sus propios gastos y nota menos las necesidades que se viven en la otra casa. Por este motivo - al cual se añade en ocasiones el deseo de castigar a su ex pareja - no pone todo el esfuerzo en mejorar la situación.

El hijo debe sentir que el padre lo quiere, tanto por el tiempo que pasa con él, como por el compromiso con que asegura su desarrollo y educación, a través de una contribución en dinero.

Si las dos cosas faltan, el hijo se siente abandonado. Pero aun aquel hijo que convive parte del tiempo con el padre, se resiente psicológicamente si éste no ayuda a mantenerlo. Por eso, también el padre que atraviesa un momento crítico en el área laboral, debe colaborar todo lo que pueda, aun si la madre está en buena posición o tiene un trabajo mejor remunerado.

La madre, por su parte, debe hacer saber siempre a sus hijos el aporte del padre y el esfuerzo que significa para él.

Resumiendo: el modelo de un padre que, a pesar del esfuerzo que implica, cumple con los aspectos expuestos, servirá a los hijos como modelo, a pesar de la separación, para construir en el futuro su propia familia sobre una base de amor y responsabilidad.

LA LETRA C

Después de la separación, es importante que la madre acepte el desafío que se le plantea y encuentre un nuevo punto de equilibrio.

La relación entre la madre y sus hijos: ¿qué riesgos afronta ahora?

La ruptura trae problemas especiales, que exigen de la madre una mayor lucidez y espíritu de lucha para cumplir dos tareas importantes. La primera - sobre todo cuando es ella la que convive mayor tiempo con los hijos- es crear un clima propicio donde ellos puedan crecer con confianza, sin angustia, inseguridad o tristeza.

Pero muchas veces no puede responder a tanta exigencia. Es común que se deprima, ya que toda separación implica una profunda pérdida. A esta herida en la autoestima puede sumarse una sensación de soledad, de desubicación social y de desamparo económico. Su tristeza afectará la relación con sus hijos.

Puede ocurrir entonces que alguno de los hijos se transforme en el protector de la madre, o que ocupe el lugar del padre ausente; a veces dormirá con ella, la suplirá en la conducción de las tareas del hogar y en la educación de los hermanos, la aconsejará en las decisiones a tomar, la criticará por sus vacilaciones, etc.

La madre puede convertirse en la hermana, la hija, la novia o la socia de sus hijos. Si esta situación se hace crónica, inhibirá la evolución normal de ellos, porque llevarán una carga desproporcionada a su capacidad.

A veces la soledad puede transformarla en una madre sobreprotectora, en especial si tiene un solo hijo. Se llena de miedos exagerados, los racionaliza y arma sobre ellos la vida del hogar.

El chico es malcriado e incapaz de alcanzar una progresiva independencia.