Padres y Madres Separados

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TODAS PUTAS, por Hernán Migoya

(Nota: no está de más conocer algo del contenido del libro editado por la Editorial propiedad de la directora del Instituto de la Mujer)

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Yo también pasaba, por supuesto, por todos los prolegómenos de rigor: la cena, los locales nocturnos, las bebidas para emborracharlas, los halagos...

 

En el fondo, era lo mismo que violarlas, pero además engañándolas o, mejor dicho, permitiéndoles que se autoengañaran ellas solas, pues no creo que fueran tan tontas como para no saber lo que estaban haciendo, aunque su manera de acercarse oblicuamente a todas las cosas nunca les permita ser sinceras consigo mismas: créanme, llegué a conocerlas bien, y tan tontas no pueden ser ni, de hecho, lo son.

 

Yo sabía exactamente lo que tenía que hacer y decir, cuánto dinero invertir en ellas, y el método a seguir para lograr que se abrieran de patas sin que me dijeran nada, porque sabía que nada me iban a decir, aparte de una ligera protesta inicial.

 

Pero acabó siendo muy cansado, y me harté de repetir ese laborioso y rutinario proceso. Así que decidí saltármelo. Ahora, en vez del marisco, las copas, el champán y la conversación irrelevante, me limito a utilizar un destornillador para que se bajen las bragas que, a fin de cuentas, es el objetivo último que todos buscamos, y las follo directamente, sin esperar a que acaben de decidirse, sin engañarlas ni sentirme un estafador.

 

Claro que siguen protestando, pero eso ya lo hacían antes. Ahora me siento realizado y sincero con ellas, no tengo que maquillar las cosas y consigo que, por fin, afronten y reconozcan abiertamente el hecho sexual, ese hecho que siempre evitan encarar, como si fuera un sentimiento exclusivo de los hombres para motivo de la

vergüenza y escarnio de éstos.

 

Ya no me siento mal pensando que les oculto mis verdaderas intenciones. Ya no les miento. Y les prometo que, manda cojones, por el brillo de sus ojos, a alguna parece que hasta le gusta, aunque por supuesto nunca sería capaz de reconocerlo ante ella misma tampoco son capaces de reconocer ante ellas mismas casi ninguna otra cosa.

 

Vale, no soy tan ciego como para pensar que les gusta a todas.