Padres y Madres Separados

Ayuda práctica, jurídica y psicológica padres, madres, separados, divorciados e hijos

AGIPASE en la prensa. Tres noticias

DIARIO VASCO
26 de Abril de 2003

Publicado el

RELACIONES FAMILIARES

Una de cada tres parejas que inician un proceso de separación deja de hablarse

Un estudio de la UPV resalta el daño psicológico en los niños a los que se priva del trato con un progenitor.

Las asociaciones reclaman la aplicación de la custodia compartida

M. F.V./A. U./DV. SAN SEBASTIÁN

Los niños pagan, a veces, la falta de comunicación de los padres. [L. GÓMEZ]

Antonio se encontró con su hijo en un bar y se acercó a saludarlo. El adolescente rechazó a su padre.

«Hoy no puedo estar hablando contigo, no es jueves», le dijo. Sus días de visita eran los jueves y los domingos.

La relación se fue deteriorando, y ahora ni siquiera se ven.

«Su madre le ha puesto en contra de mí. Ahora pago por mantener a un hijo que no veo, a una mujer con la que no hablo y un piso en el que no vivo», se lamenta Antonio.

Esta situación extrema es el trágico final de un modelo de proceso judicial que la Asociación Guipuzcoana de Padres y Madres Separados (Agipase) califica de «injusto» y perjudicial para la relación de los progenitores con los menores.

Un estudio realizado por la Universidad del País Vasco revela que en un 94% de los divorcios la madre se queda con la custodia de los hijos, y que en uno de cada tres litigios las parejas terminan por no hablarse.

En otro casi un 40% de los casos, padre y madre sólo se comunican «lo mínimo imprescindible». Lo que conlleva un nefasto resultado para los hijos: se produce un grave daño en la formación y en la estabilidad emocional de los niños, dicen los psicólogos de la Escuela Universitaria de Trabajo Social en su investigación.

Sólo un 5% de los separados se consideran amigos de sus ex parejas.

«En nueve de cada diez casos el juez decide que la madre se quede con los hijos y que el padre los visite cada quince días y en vacaciones -explica Justo Sáenz, presidente de Agipase-.

Es una situación muy injusta y que además crea conflictos, porque desde ese momento el contacto con uno de los progenitores con los hijos se rige por órdenes judiciales, en vez de por la necesidad de los niños de contar con el afecto y el cariño de sus padres por igual».

Sáenz hace hincapié en que los afectados no son sólo los hombres. De hecho, la asociación que preside representa a las dos partes. «La madres también salen perjudicadas -apostilla-. Primero, porque si se quedan con los hijos pueden estar condenadas a renunciar a un futuro profesional o a tener que trabajar a media jornada.

Y en cualquier caso, si puede pagar a alguien para que cuide al menor, el niño va estar mayoritariamente con una tercera persona, que no son ni su padre ni su madre. Se está privando al menor de los dos progenitores».

De padre a tío

La consecuencia es que la madre, en numerosas ocasiones, ha de afrontar en solitario la educación del hijo, «y es la que le tiene que regañar cuando vuelve del trabajo».

El padre, que siente que le quitan al hijo, se vuelca en él, «y pasa a convertirse en el tío que le consiente todo. Además, como no participa ni en su educación, ni en muchos aspectos del menor, el resultado es que el padre pierde al hijo y viceversa.

Así, sólo una de las partes intenta sacar adelante al niño a costa de su vida personal, y eso estalla en algún momento».

Los datos son reveladores. Únicamente en uno de cada siete casos estudiados por los especialistas de la Universidad existía flexibilidad en el régimen de visitas y los niños veían siempre que lo deseaban al progenitor con el que no viven.

En el 30% de los procesos se daban situaciones problemáticas con relación a las visitas o a la educación de los niños, que exigían una intervención judicial.

Mirari Bergara es trabajadora social, y sólo el año pasado atendió en Agipase a más de 400 guipuzcoanos que afrontaban una separación. Considera que los hombres reciben un tratamiento discriminatorio de la Justicia, «porque tienen que acreditar que son un buen padre, cosa que una madre no». Pero lo que más le preocupa es que los menores se conviertan en un arma, en un instrumento de venganza.

La mayoría de las veces, contra el padre. «En muchas ocasiones las madres les hablan mal de su padre o les hacen sentirse responsables de la separación. Los hijos son usados como espías, para controlar lo que hace el ex, o se sienten abandonados por su padre, cuando en realidad es la madre quien no permite que lo vea.

Sin darse cuenta, les están haciendo un daño psicológico tremendo, cuando en realidad lo que necesitan es cariño y mucho afecto. Un niño quiere y tiene que estar con su aita y con su ama», asegura.

Los menores, indefensos

Las situaciones de conflictividad pueden llegar a tal punto que, según asegura Mirari, no es raro que a algunos niños «les disfracen de pordioseros para ir a casa del aita. Les entregan con la ropa rota, zapatillas viejas, sin abrigo en pleno invierno... Sólo para fastidiar y para que el padre vaya directo a la tienda a gastarse un dineral.

No se respeta ni el derecho a la dignidad de esos menores, que no tienen la culpa de nada».

Los psicólogos ya han empezado a hablar del Síndrome de Alineación Parental, es decir, situaciones en las que la mujer pretende 'borrar del mapa' la figura del padre.

El informe elaborado por los especilistas de Trabajo Social indice en que este tipo de violencia psicológica sobre los niños luego se vuelve contra las madres, cuando llegan a la adolescencia.

Para evitar este tipo de situaciones, tanto Agipase como el resto de las asociaciones de separados del País Vasco reclaman la aplicación de la custodia compartida, una figura en la que ambos progenitores tiene igualdad de obligaciones y derechos en relación con sus hijos y se reparten los bienes de formar equitativa.

«Esa situación beneficia a todas las partes», dice Sergio Villa, portavoz de la asociación de Vizcaya. No se trata de que los hijos vivan un tiempo con la madre y otro con el padre, sino que los dos miembros de la pareja tomen todas las decisiones sobre la educación de sus hijos y dispongan el mismo tiempo para relacionarse con ellos. «Los jueces deberían estudiar a fondo cada caso, porque cada familia es distinta».