Padres y Madres Separados

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el divorcio sano existe: es más doloroso el desacuerdo que la separación

Gabriela Navarra De la Redacción de LA NACION 19/10/2002

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Cómo proteger a los hijos del daño psíquico que genera el divorcio

Hay que explicarles, aunque sean chiquitos Es imprescindible no usarlos como mensajeros o confidentes para que no pierdan la confianza es necesario cumplir con las promesas

En materia de paradojas, el divorcio proporciona un ejemplo interesante:
si se quiere una desvinculación en buenos términos, dos personas que ya no se entienden deben ponerse de acuerdo para salvaguardar todo lo que tenían en común.

La casa, el auto, los electrodomésticos, los muebles, los libros..., todo admite tironeo y discusión.
Pero, ¿y los hijos?
¿Quién los salva del daño de ser dejados en el mismísimo ojo de la tormenta?

Gonzalo Torres Argüello, un papá divorciado que fundó el grupo gratuito de autoayuda y orientación Luces, creado para proteger a los hijos de padres en su misma situación, tiene la respuesta:
"Quienes pueden evitar ese daño no son otros que el papá y la mamá, si son capaces de entender que, a pesar de la separación, la familia no se rompe, sólo se transforma".

Las claves radican en informar a los hijos sobre las decisiones tomadas, no usarlos de espías, confidentes o mensajeros, no tironear de ellos como si fueran objetos ni hacerlos depositarios de sentimientos negativos que en realidad se experimentan por la ex pareja.

Lucila Torres Argüello, de 10 años, no deja de sonreír. Ya está acostumbrada a las fotos y sabe que simbolizan la idea que gestó su papá, Gonzalo, cuando él y su mamá, hace ocho años, decidieron divorciarse.

"La semilla surgió durante los tres primeros años en que aprendí a convivir con esta condición de padre separado -explica Gonzalo Torres Argüello, que no deja de sonreír mientras mira a su hija-. Sentí muchas inseguridades en el manejo de la relación con Lucila a partir de la separación, y pensé que habría sido bueno compartir esas dificultades con otras personas a quienes les pasara lo mismo, más allá de hacer un tratamiento psicológico individual."

Para empeorar las cosas, el trabajo llevó a Torres Argüello a los EE.UU. durante varios años.
Allí conoció la experiencia de grupos similares al que tenía in mente. Cuando el destino lo puso otra vez en Buenos Aires, concretó su idea y en marzo de 2001 nació Luces.

"Luces por Lucila -explica el orgulloso papá-, y también para que las luces iluminen a los padres y comprendamos que los hijos no son responsables frente a una separación.
Nuestro lema es quitarlos del medio, ponerlos adelante como guías para generar el acuerdo entre adultos."

El creador de Luces, al que concurren unas 100 personas y se reúne en la Capital y Hurlingham (ver recuadro), dice que su hija (como los hijos de otros integrantes) conoce el grupo y está de acuerdo con lo que allí sucede:
sabe que la preocupación está puesta en los chicos.

El divorcio sano existe

"Entre una ex pareja siempre hay problemas -afirma Torres Argüello-.
Es importante comprender que, en esto, el que se descontrola pierde.
Y en esas situaciones los hijos quedan en el medio.
En el grupo aprendemos a repensar las situaciones y tomar decisiones más acertadas, compartiendo las experiencias de cada uno entre todos."

"La mayoría de los divorcios no son sanos: los adultos no evitan discusiones y peleas frente a los hijos ni son capaces de cooperar para seguir siendo padres y madres.

Pero cada vez hay más personas que en el momento previo y posterior a la ruptura se preguntan cómo el divorcio impactará sobre los hijos y de qué modo ayudarlos", explica la licenciada Marisa Pérez Labat, psicóloga y mediadora familiar del grupo.

Pérez Labat, que es separada y mamá de dos nenas, afirma que "lo ideal sería que ambos miembros de la pareja asistieran al grupo, en forma individual.
Pero eso no suele ocurrir. De todos modos, la participación de alguno genera casi inevitablemente un cambio de actitud que repercute sobre los hijos y también sobre las actitudes de el ex o la ex".

De esto da fe Gabriela, de 41 años y mamá de tres chicos, de 14, 12 y 9, separada hace dos y para quien la experiencia no fue nada fácil.

"Tuve que superar mi problema personal para ayudar a mis hijos, que estaban muy afectados, especialmente el varón. La actitud del papá nos tomó por sorpresa. Mi ex marido se alejó muchísimo, y sigue lejos. Pero cambió mi postura frente a la situación y, al distanciarme en cuanto a lo afectivo, que era lo que más me dolía, todos pudimos estar mejor."

Daniel, de 41 años y papá de tres hijos (una chica, de 11, y dos varones, de 14 y 17) estuvo casado 17 años.
"Hace dos que me separé y un año que vengo al grupo -dice-.
Aprendí mucho. Creo que el mayor peligro es usarlos como botín de guerra, o que lleven y traigan... Hay que aprender a no hablar a través de ellos. "

"El grupo no es terapia, pero es terapéutico. Acá llega gente muy enojada con el otro y nosotros ponemos el acento en que cada uno se centre en los hijos y en sí mismo -afirma la psicóloga de Luces-. Hacerse, por ejemplo, algunas preguntas:
¿qué me pasa que no puedo hablar bien con el papá o la mamá de mis hijos?,
¿por qué no soy capaz de evitar las discusiones?"

Pérez Labat asegura que una clave para plantear bien el problema de entrada consiste en informar a los hijos, aunque sean muy pequeños, incluso bebes, ya que más allá de no comprender el significado de las palabras pueden sentir las emociones que se le comunican al hablar.