No es lo usual, pero...
La_verdad.com. Murcia
> Una mujer se separa aprovechando que el esposo estaba muy grave en un hospital
Le denunció por abandono del hogar y ocultó que le estaban operando de corazón
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ANTONIO BOTÍAS • MURCIA
La única verdad que la esposa de Luis declaró a la juez fue que su marido había abandonado el hogar.
Sin embargo, ocultó que estaba debatiéndose entre la vida y la muerte en un hospital de Málaga.
Tampoco precisó que en la dirección adonde el juzgado le enviaría las notificaciones no podría recogerlas, porque Luis nunca vivió allí.
Juzgado en rebeldía, ha perdido la guarda de sus hijas y el piso.
Como otro infarto a la cartera, debe pagar 155.000 pesetas de pensión.
De todo se enteró Luis –el nombre es ficticio, pero la historia es real– al cabo de un año, mientras registraba un taquillón que su mujer mantenía cerrado. Aún sigue viviendo con ella, quien ignora que el corazón de Luis conoce el secreto y late con más rabia que nunca.
Para pocas rebeldías estaba el cuerpo de Luis. Y no imaginaba, recuperado de una operación a corazón abierto, que su salud reposaba en el fondo del cajón de un taquillón.
A veces, entre los silbidos metálicos de la máquina que le ayudaba a respirar, Luis, ingresado en un hospital de Málaga, recordaba a sus hijos y escuchaba la voz lejana de su esposa a través del teléfono.
Una selva de cables mantenían vivo su corazón, herido por la costumbre de fumar una cajetilla diaria.
Su tensión arterial volaba a la altura de los satélites.
Una hora y media sobre la mesa de operaciones, el 8 de febrero del año pasado, le devolvió el aliento.
Luego pasó entre reconocimientos un año en Granada, hasta que en abril regresó a su casa. Entonces, encontró el taquillón; pero estaba cerrado.
La única verdad que la esposa de Luis declaró a la juez fue que su marido había abandonado el hogar.
Sin embargo, ocultó que estaba debatiéndose entre la vida y la muerte en un hospital de Málaga.
Tampoco precisó que en la dirección adonde el juzgado le enviaría las notificaciones no podría recogerlas, porque Luis nunca vivió allí.
Juzgado en rebeldía, ha perdido la guarda de sus hijas y el piso.
Como otro infarto a la cartera, debe pagar 155.000 pesetas de pensión.
De todo se enteró Luis –el nombre es ficticio, pero la historia es real– al cabo de un año, mientras registraba un taquillón que su mujer mantenía cerrado. Aún sigue viviendo con ella, quien ignora que el corazón de Luis conoce el secreto y late con más rabia que nunca.
Para pocas rebeldías estaba el cuerpo de Luis. Y no imaginaba, recuperado de una operación a corazón abierto, que su salud reposaba en el fondo del cajón de un taquillón.
A veces, entre los silbidos metálicos de la máquina que le ayudaba a respirar, Luis, ingresado en un hospital de Málaga, recordaba a sus hijos y escuchaba la voz lejana de su esposa a través del teléfono.
Una selva de cables mantenían vivo su corazón, herido por la costumbre de fumar una cajetilla diaria.
Su tensión arterial volaba a la altura de los satélites.
Una hora y media sobre la mesa de operaciones, el 8 de febrero del año pasado, le devolvió el aliento.
Luego pasó entre reconocimientos un año en Granada, hasta que en abril regresó a su casa. Entonces, encontró el taquillón; pero estaba cerrado.